Un principio de la geometría dice que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Si no sabes dónde te encuentras, nunca sabrás si vas o no en la dirección que persigues. Realizar test periódicos de nuestra condición física es la mejor manera de afrontar el entrenamiento sin perder de vista las metas propuestas.
En el entrenamiento es normal tener días malos, enfermar de cuando en vez, e incluso es probable que la intensidad o el volumen de trabajo planificado no sean los más adecuados para afrontar un momento dado. Por eso deberíamos de testar periódicamente nuestros niveles de condición física para evitar puntos de estancamiento o sobreentrenamientos.
Testar nuestras capacidades también es una forma de imponer unos límites razonables a nuestras expectativas antes de planificar una temporada. Las distintas pruebas nos ofrecen un anclaje en la realidad del presente que nos permite ser más realistas con las posibilidades que consideramos en nuestra imaginación.
También es la mejor forma de encontrar nuestros puntos fuertes y nuestras limitaciones. Si incidimos a la hora de programar en esos aspectos que necesitan más atención conseguiremos un mayor progreso. Invertiremos nuestras energías de una forma más eficiente, ocupándonos de puntos con mayor margen de mejora, limitándonos a mantener o a progresar con nuestras capacidades naturales de una forma más moderada. Testar se convierte en una manera de obtener un desarrollo armónico y equilibrado de todas las aptitudes físicas que disponemos.
¿CUÁNDO, CUÁNTO Y QUÉ PODEMOS MEDIR?
Al principio de la temporada, antes de dar inicio a un ciclo largo de entrenamiento y después de terminar mesociclos más o menos largos de 2 meses (las adaptaciones fisiológicas tardan en producir resultados apreciables) sería conveniente evaluar las principales capacidades del organismo. Un test mínimo debería de atender a:
¡! CONVIERTE LOS TEST EN TU MEJOR ALIADO ¡!